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El evento | Capitulo 2 | Max Tibion en la Alabanza

El hermano Max Tibión se vuelve cada vez mejor en lo que hace. Es algo sorprendente, pero ha adquirido una responsabilidad que, aunque casi nadie puede dar fe si antes lo tenía, ahora es todo una referencia para el grupo de alabanza y la iglesia. Ya los días previos a tocar en el templo, se va preparando para no llegar falto o desentendido al día especial. Visita una tienda de ropa, va eligiendo que vestimenta va acorde con un ministro de alabanza moderno, porque él es moderno y no anticuado como los hermanitos viejos del coro, esos de cabello blanco que siempre molestan con sus peticiones de cantar coritos. Obviamente tiene que ser algo que sea presentable y no desarmonice con el escenario, perdón, el altar. Algo que tenga estilo y sea sofisticado, que tenga su esencia juvenil, pero que también parezca serio, no muy estrambótico porque él no es ningún mundano, pero si algo llamativo. “Como un hijo de un Rey”, se va diciendo. No quiere algo igual al resto, busca algo único, porque él es único. Luego de dar vueltas y vueltas en varias tiendas, consigue la ropa que quería.


Se lo ha probado varias veces en el vestidor y ha simulado tener la guitarra de la iglesia en las manos frente al espejo, como para ver si encaja; y si, está contento, dará un buen espectáculo. Por la ropa que lleva, si no lo quieren en el grupo de alabanza de la iglesia, fácilmente puede conseguir un puesto en algún grupo secular de moda. Una leve tristeza pasa por su rostro. “Como quisiera volver a mi antiguo grupo, ahora sabiendo tocar más y teniendo más dominio escénico, lo haría mejor. Todavía me recuerdo las canciones que tocábamos. Además, ¡las chicas que morirían al verme con este oufit!”. Pero bueno, se resigna porque ahora es cristiano y debe aceptarlo. Un suspiro nostálgico sale de sus labios y ve por última vez la ropa que trae puesto. Elegante y exclusivo, no podría ser menos. Luego piensa en la hermana Timotea y sospecha que le gustará mucho su nuevo atuendo. Sale a pagar, la cajera se sorprende de sus buenos gustos y él se sonríe. No es barato, pero lo vale. Entrega el dinero mientras va pensando: “Para Dios, para Dios”. Y nosotros también le decimos: “Si claro, Max, para Dios”.


Pero hasta ahí no queda la preparación, el hermano Max Tibión es responsable. Se ve el rostro y sabe que necesita algunos arreglitos. Empieza por el cabello y sí que ya lo trae largo. Le pide incansablemente a la peluquera que no le corte mucho, que solo le corte las puntas de su cabello para que no pierda su estilo, para que pueda lucirlo estando al frente en las alabanzas, para que encaje con su nueva ropa tal como se vio en el espejo del vestidor, para que la hermana Timotea le siga queriendo, para que no pierda su fanaticada, para que no se le vaya su autoestima y para que siga pareciendo joven y genial. Claro, todo esto último no lo dice, pero lo vive. Como la peluquera ya está acostumbrado a estos pedidos adolescentes, le complace, y luego de arduos trabajos y muchas advertencias y quejas de Max, termina la sesión de corte de cabello. Es aceptable, no como quería, pero al menos no le arruinó la cabeza. Max paga y continúa.


Ahora toca una parte importante, la barba. ¿Acaso no sabes que las mujeres aman a los hombres que tienen barba porque les hace ver más maduros, atractivos y varoniles? Max Tibión lo sabe bien y no es ajeno a esta práctica. Él no se va a resignar a esta posibilidad y derecho. Si puede conseguir algo más de miradas en la iglesia, y en especial cuando salga al frente cuando le toque estar en las alabanzas, lo hará. Así que, arreglito por aquí y allá, llegaron las nuevas cremas y pociones, las que provocan más admiración, de la marca “Egipto”, abre esa billetera y desenvaina los billetes. Obviamente los comprará, su barba merece cuidado y respeto. Es que se trata de su persona misma, ¿tú te presentarías en condiciones desastrosas al público, a la congregación? ¡La gente merece respeto! Y si uno tiene una responsabilidad y es una imagen para los más jóvenes, debe estar a la altura de las circunstancias, además Dios bendice para estas causas, para que sus hijos se vean bien, y si tienen las posibilidades, que luzcan buenas cosas. ¿Quién te ha mentido que la humildad es ser pobre? Max sigue siendo humilde aun con todo esto, ¡no te confundas!


Va ya terminando la preparación del hermano Max Tibión. Le agrega unos lentes modernos, una nueva colonia, algo de gel para cabello entre otras cosas pequeñas pero necesarias. También pasa por una joyería y se ve las muñecas. Ya que tiene hecho todo lo anterior y con tanta preparación, haría bien una pulsera o algún anillo bonito para coronar el oufit. Pero será para la próxima, ya ha gastado bien por ahora. Además tiene que volver a casa rápido para practicar en la guitarra las canciones que tocaran en el culto. Así que vuelve, deja sus compras a un lado, no ve la hora de que llegue el culto para ponérselo e ir a la iglesia con ese tremendo conjunto. En las siguientes horas se pone a ensayar las canciones. Max es responsable. Ya en el dia del culto, por la noche, poco antes del inicio, llega el consagrado Max Tibión a su evento importante. Tan solo va entrando, ya va notando la influencia de su nuevo porte. Mira de reojo varios ojitos que lo siguen con la mirada, aun no se saluda con nadie, pero ya hay mucha gente. Camina como distraído y apurado, pero en verdad está atento a cualquier manifestación de admiración, adulación, envidia, murmuración, sorpresa, enamoramiento o lo que sea.


Un hermanito sencillo y anciano llamado Mardoqueo lo saluda casi en la puerta de entrada del templo. Pobre viejo, no se sorprende en lo más mínimo por toda su producción personal, es que ese no sabe de estilos ni de elegancias, además ya se le paso su tiempo de lucir algo, ahora está más bien para otras cosas. pero como no puede despreciarlo ni tratarle mal o hacerle algún gesto descortés, porque no combinaría con todo su nuevo oufit y desagradaría a los que ya lo están viendo, se inclina un poco y lo saluda. El anciano lo trata como a cualquier joven más que necesita de Dios, lo abraza con alegría, lo invita a pasar con amor diciéndole que Dios lo ha traído a su casa con un propósito, pero Max Tibión se molesta. Parece que el ancianito no se ha dado cuenta con quien está tratando. Él es el guitarrista del grupo de alabanza que en breves momentos hará retumbar ese lugar con buenos solos y arreglos musicales. Sin embargo el hermano anciano Mardoqueo sabe muy bien lo que dice, pero en fin, ignorémosle. Sigue entrando Max y se da cuenta que al frente, va saliendo de un cuarto algunas hermanas del coro y de la danza. ¡Uy, este es su momento! Cantidad de dinero empleado para esa producción personal ahora es que tiene que dar resultado. Camina despacio, juega con los lentes nuevos, parece que se le caen, se pone en pose de foto como para darle su mejor perfil, va saludando a otros y va mirando las actitudes de las muchachas. Ahí está, lo logró, algunas no dejan de sonreírle.


El hermano Max Tibión se siente en las nubes. Se presenta con el grupo, algunos le hablan normal aunque él percibe envidias, algunos lo felicitan sin dar palabras, pero Max ya sabe el por qué, por su porte, obvio. Algunos están en las mismas condiciones de producción que él, y unos cuantos hasta mejor. No interesa. No encuentra a la hermana Timotea con la mirada. Quizás no llega todavía. El líder los reúne, ese sujeto siempre se viste y se produce mejor que todos, tiene un estilo europeo que a Max le encanta y envidia. Se hacen las coordinaciones, todos ahí reunidos parecen un grupo de músicos modernos, de esos que hacen giras por el mundo y duermen en hoteles y aviones. Todos se miran la vestimenta de todos. Los que tienen un puesto importante en la música, siempre tienen una mejor producción, los ojos reposaran sobre ellos. El baterista, el pianista, el bajista, los guitarristas y en especial el vocalista, ¡Hey!, ¡yo pagaría por ver que espectáculo van a montar ahí! Da pena no más algunos ancianitos que no se acomodan al estilo, se les repita varias veces que se acoplen al evento que realizarán pero no entienden, el líder ya no los presiona, aunque el hermano Max Tibión los mira con lastima.


Y bueno, llega el momento de presentarse. Vienen los sonidos y las luces, los aplausos y el placer. El hermano Max Tibión se ha preparado para este tiempo. Quiere dar un buen espectáculo porque la gente, la congregación se lo merece. Eso es ser responsable. Eso es tener los pies en la tierra, porque se ubica en la tarea que se le ha sido designada. Su labor es tocar la guitarra, hacer los solos bien, poner el distortion en el momento justo, animar a la iglesia, saltar cuanto el líder indique, dar un buen show, que se sientan las alabanzas, que haya jubilo en el pueblo. El es uno de los descendientes de David y Asaf, de los músicos de Israel, o al menos así le han dicho y explicado. Por lo tanto la gente merece respeto, como cualquier espectador que viene a un evento. Y ahí hay gente que viene de muy lejos, que se esfuerza por venir los cultos, que están tristes o estresados por sus problemas, así que él y el grupo harán algo para cambiar esa situación.


El hermano Max Tibión es único. Por allá atrás del templo ve a la hermanita Timotea que está saltando alegre. Él se emociona y le sube un poco más de volumen a su guitarra, da unos pasos al frente para que todos puedan ver toda la indumentaria que se compró en las horas anteriores. Se siente mirado, es una estrella, su ropa es acorde con su personalidad y orgullo. ¿Qué la preparación para el ministro es orar? ¡Cállate fanático! ¿acaso no ves todo lo que está logrando desde que se compró toda esa indumentaria? ¡Por favor! no seamos legalistas con el hermano consagrado Max Tibión. Mira todas las cosas buenas que ha conseguido, si gustas puedes enumerarlas y veras que son positivas. Este es el evento para el cual se preparó. Ni un momento de oración, tan solo ese de 2 minutos que hizo el líder en una especie de ritual que hacen también los músicos que le cantan al pecado, cuando se encomiendan a “diosito”. Ningún momento de dedicación a Dios, el verdadero Rey. Max no toca para Dios, él está preocupado por dar un buen espectáculo para la gente. El toca para los que van a verlo y para el mismo. Por eso lo ves ahí, bien producido, contento por los resultado que esto le trajo y atento a la necesidad del grupo.


Todos van como él, aunque nosotros solo sabemos del hermano Max Tibión, el que canta piensa en cantar más bonito, el que toca piensa que tocar más rítmico. Max quiere que la gente del público se siente bien así como él se siente bien. ¿no habíamos dicho que el hermano Max Tibión es responsable con su público? ¡El se debe a su público! Por eso se dedicó a conseguir toda esa producción. Ese es su pensamiento, su brújula, su motivo de presentarse, y como para el es tan importante porque está en juego su reputación, su fama, su fanaticada, y su persona, pues tiene que hacerlo en maneras exclusivas y elegantes, tanto así como su ropa, lo demás que carga, y sus comportamientos. Termina una canción, sigue la otra, por ahí algunos graban todo, otros toman fotos, y el se siente en las nubes, está en la misma gloria. ¿si piensa en Dios? No, nada que ver. El está pensando en el tremendo espectáculo que está dando y se siente feliz porque es un ministro responsable. Así es nuestro querido, ubicado y maduro hermano consagrado Max Tibión.

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