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Manos santas | Capitulo 1 | Max Tibion en la Alabanza

El hermano Max Tibión toca la guitarra, por lo que, indudablemente, y ante la necesidad, lo han nombrado ministro de alabanza oficial de la iglesia. Como ahora tiene una actividad adicional en el culto, porque antes le parecía aburrido y sin propósito congregarse, le han añadido algunos cuantos deberes, entre ellos ensayar, no enamorarse de las hermanas del coro, llegar temprano al culto para hacer las pruebas de sonido y luego tocar para que la iglesia se motive porque últimamente está muy triste y apagada. Asi que, con estas nuevas y geniales responsabilidades, las cuales han sido aceptadas con gusto por los beneficios que trae, el hermano Max Tibión toca los domingos por la mañana, por la noche, obviamente los sábados en la reunión de jóvenes y algunos días de la semana, cuando se puede. Si vas en esos cultos, quizás ahí lo veras, siempre moviendo la cabeza al ritmo de la música y con una sonrisa coqueta.


Ya por la noche del día sábado, luego de la sofocante reunión de jóvenes, y fracasar de su intento de acompañar a la hermana Timotea Danzas porque su padre llegó al final del culto, se encuentra en su casa, terminando de cenar y dispuesto a pasar las últimas horas del día conversando, jugando, mirando lo que aparezca en internet y divirtiéndose. Pasa dos y tres horas entre una y otra red social, luego una hora más para ver los últimos videos de sus youtubers favoritos. Entre risa y risa ya está en la madrugada del día domingo. Su cuerpo aun esta entero y no tiene ningún sueño, pero su conciencia le recuerda que dentro de pocas horas, tiene que presentarse para tocar en la iglesia. Siente desde ya flojera en ir, pero no puede decepcionar. Además de que a Él le gusta, se la pasa bien.

Revisa las ultimas publicaciones en la red, porque la mayoría de sus amigos de la escuela y la iglesia están conectados a esa hora también, se empieza a despedir con pena de algunos de ellos, y de su fanaticada. Se hace cada vez mas tarde para Él, así que se apresura un poco, cerrando ventanas. Pero de pronto, entre tanto video gracioso, ve un par de piernas largas y un vestidito que lo sobresalta. “a ver, a ver, cómo está eso”, se dice. Una chica se contornea sensualmente ante la cámara, al ritmo de la música de moda, se agacha, hace posturas sexuales, sonríe, repite por dos minutos más y termina. El consagrado Max Tibión se prende, aunque su interior lo acusa por tal cosa, él lo calla diciendo que solo es un video y ya, tampoco es pornografía. Pero luego aparece otro video, con una chica más provocativa que la anterior, y luego otro y así.


El hermano Max Tibión ya no puede más. Se acomoda en la cama, escribe las palabras mágicas, esas que se sabe de memoria, y entonces aparece el contenido completo y gratuito. Se olvidó de la reunión de jóvenes, del nombre del pastor, del culto donde tiene que tocar en las próximas horas y de las promesas que hiso en el último congreso que asistió. Sin embargo, si se acuerda de la hermana Timotea, de su cuerpo y de su rostro, así como de otras más chicas. Lo peor todavía no pasa, porque aunque concluye sus expediciones virtuales con masturbación, lo realiza hasta dos veces. La verdad, si tuviera más tiempo, seguiría, pero lo único que hay en su mente, es que ya tiene que dormir. Es responsable el consagrado Max Tibión. Ahora si, ya cansado y con sueño, arregla todo, apaga todo y se duerme en paz.


Llega muy rápido el sol de la mañana, es domingo, día del Señor. Va llegando presuroso a la iglesia. Va entrando y va escuchando las pruebas de sonido del grupo. Se une, saca rápido la guitarra, afina, hace bromas de las conversaciones y memes que compartía ayer con el grupo. Ve de reojo como la hermana Timotea Danzas va entrando al templo, se alegra. Y luego el líder, como siempre, los llama aparte para coordinar los últimos puntos, dar indicaciones musicales, hacer una pequeña oración de encomienda a Dios, y comenzar. Él no tiene problemas con eso, deja la guitarra en su sitio, baja, y se une. Algunas veces todos se abrazan, otras veces solo se quedan de pie en su sitio y luego de las indicaciones, viene la oración, previo ya al show, porque se escucha que vino mucha gente. Eso siempre los emociona a todos ellos.


¿Qué dice el hermano Max Tibión en su oración? Pues, en un ataque de memoria y culpabilidad efímera, le dice a Dios en su interior, con muy pocas y confundidas palabras, como quien quiere decir algo y a la vez no, que le perdone por lo de anoche, que eso está mal y es sucio, que Jesús murió por esas situaciones y que le ayude a ser fuerte. Pero por sobre todo, que en ese momento de oración, tan solo de segundos que durará y no ocurrirá después en el resto del día y tiempo que pasará hasta el próximo culto en tres o cinco días, lo llene por favor del poder de su Espíritu, que derrame una unción fresca y una inspiración para tocar las canciones cristianas. Que el fuego, the glory, el fire of God, el Shekinah, dándole espíritu como el de Elías en combinación con el de Juan el Bautista, se sienta en el altar, que la gente cambie, que la gloria cubra el templo entero mediante la ministración de la música que harán en conjunto, y él, personalmente, en la guitarra.


“!Oh Santo!...¡ay bendito! ¡Ifff Padre!” se le escucha expresar súbitamente todavía en la oración grupal, mientras se mueve un poquito. El grupo se come el chocolate, como siempre, y piensa que Dios ya está tocando al guitarrista y este se encuentra listo para salir al frente. El que está a su costado entreabre los ojos, y lo ve con un gesto facial de unción inigualable. Un poco más y se pone a hablar en lenguas nuestro estimado. “Glorifícate tú, Papito”, concluye diciendo. Termina la oración, Max es el primero en aplaudir y todos le siguen. Ahora a salir. A salir, y a brillar, a tocar y a sonreír, por favor, que este culto esta bendecido desde ya por la oración de los músicos. El hermano Max Tibión está esperando que el pastor de la orden para pasar de una vez. Y ya, llega el momento, se posiciona, se carga la guitarra y a tocar esas canciones cristianas.


Ahí está, el hermano consagrado Max Tibión. Con las mismas manos que por la madrugada se masturbó viendo pornografía, ahora toca la guitarra que ha sido dedicada para la Casa de Dios y sus alabanzas. Esas manos santas no las tiene cualquiera. A la verdad sí, porque Max sabe que el grupo está en las mismas condiciones espirituales miserables aunque nadie diga nada. Del único que no se sabe mucho es del líder, ese se esconde mejor que todos. Y el pueblo alaba, la pastora danza feliz, sus hijitos saltan, algunos de adelante lloran, otros por atrás aplauden, Timotea graba a su hermanito el guitarrista, este hace muecas, alza las manos, bendice, declara, profetiza, grita, se divierte, mientras usa esas manos santas.


¿Sentirse mal? ¿Por qué? ¿Acaso no ves la gloria que ahí ha descendido? Igual el hermano Max Tibión hace siempre lo mismo. El día previo de presentarse a tocar en el altar del culto, mira pornografía y se masturba, y luego pide perdón, se encomienda y toca. Total, parece que Dios tolera eso de él, y de todo su grupo. En fin, hay que intentar ser bueno pero no al extremo de pulcro o santo. Nunca tanto, eso es fanatismo. Max se siente bien asi, y aprueba su ministerio. Aunque no se sabe bien si con el líder pasa lo mismo. El consagrado Max Tibión tiene gran tiempo en lo mismo. Además nadie le dice nada. Hay rumores que lo ascenderán a líder de alabanza. Un ejemplo de ministro, de cristiano. Tiene las manos santas como el corazón. La unción de Jehová reposa en Él. Así es nuestro travieso, risueño y verdadero hermano consagrado Max Tibión.

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